miércoles, 1 de abril de 2009

La cotidiana monotonía


Leí por ahí, las malditas lagunas de la memoria provocadas por el alcohol no me permiten situar “ahí”, que la guerra son largos periodos de aburrimiento salpicados de breves momentos del terror más absoluto.

¿Hace falta que lo explique? Bueno, ya saben: uno se pasa acuartelado la mayoría del tiempo jugando a los dados, leyendo las cartas de la novia, haciéndose pajas o yéndose de putas, que incluso esto al final se hace de lo más aburrido. Y de repente: todo se acelera y da vueltas a tu alrededor, haciendo un ruido espantoso entre giro y giro. Ruido que se parece mucho a balas silbando, bombas explotando y exagerados gritos de soldados con miembros amputados.

Se lo traduciré al lenguaje llano: un notario se toca los huevos la mayor parte del tiempo, hasta que se acaba de construir una urbanización, con una extraña y muy beneficiosa financiación, en el pueblo en el que presta sus servicios. Entonces, pierde el culo, gana un buen dinerito por una mierda de firmas en las escrituras correspondientes. Y cuando se acuesta al ladito de su mujer, que aún se recupera de la reciente adquisición de sus nuevas tetas, dice que ha tenido un día duro, muy duro. Más o menos, que los idiomas no se me dan demasiado bien.

Pues mi trabajo es parecido a esto: largo tiempo de asueto mientras llegan las actividades intensas de las que nadie tiene conocimiento.

¿Y qué hago en mis tiempos muertos? Pues básicamente pasear, tomar el sol en solitarios parques, entrar en librerías de viejo, comprar algún libro e irme a algún bar a leer y tomar un café o estimulante similar.

¿Y cuando llega la noche? Dormir en cualquier hotel o pensión que me venga a mano, salvo cuando la Fortuna sonrie y abre las piernas. Entonces la dama en cuestión, si queda satisfecha con la sensibilidad punzante de mi polla, me permite dormir en su cama, ducharme, desayunar y largarme con viento fresco antes de que llegue su marido, notario de profesión.

Pero cuando llegan los tiempos intensos, las cosas cambian, vaya si cambian.

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